Por: Felipe Mongruel
Los brasileños somos conocidos en todo el mundo por ser alegres, bailarines y grandes tamborileros. Además de ser caipirinistas y maestros de la “embassadinha”, se nos atribuye este pecado de “fanfarrones” porque ganamos mucho dinero con el tráfico de cocaína, con la prostitución infantil y con los regateadores flacos que van a Europa como productos del gran capital. Léase: 39kg de cocaína en el avión presidencial, niños de 12 años prostituyéndose en la costa de Maceió y el ridículo del presidente Bolsonazi en una foto con el pastoso Neymar.
Mientras todo esto sucede, millones de personas pasan hambre y revuelven la basura en el Brasil del “puente al futuro”. He dicho decenas de millones que van a la cloaca de la burguesía que, con sus discursos cínicos y llenos de hipocresía venden huesos de buey para comerse a las clases bajas.
Fundieron la investigación en Brasil, fundieron los recursos naturales, fundieron los empleos y los trabajadores y ahora, a un año de las elecciones presidenciales, los fiscales y el juez que encarcelaron al mayor brasileño vivo, Luis Inacio Lula da Silva, declaran que van a entrar en política. Se van a tirar a la sartén de la democracia creando agendas limpias y malolientes. Brasil no está limpio ni huele bien. La vida humana huele a sangre y la democracia está pintada del mismo color.
Ha llegado el momento de combatir los brioches que intentan hacernos tragar, sin siquiera existir, con el mismo condimento. Ha llegado el momento de llamar a las clases progresistas del país a defender sus vidas y las de los demás con el mismo poder con el que encarcelaron a Lula o destituyeron a Dilma.
No veo otra forma que una bofetada a mano abierta a estas basuras de cuello blanco que se venden como los guardianes contra la corrupción. Son mentirosos descarados que utilizan sus privilegios como medio para una nueva esclavitud. Se trata de Auxilio Brasil. Otro escándalo de esta gente que terminó con un proyecto de política pública -Bolsa Familia- para realizar un acto electoral de esclavitud social.
En el Brasil apocalíptico, de las fakenews y del patetismo de la extrema derecha, es el neoliberalismo aplastante el que manda. Y es esto lo que debe ser asesinado. El neoliberalismo asfixiante.
No hay lugar para acumular más capital en manos de unos pocos. No hay lugar para poner a tanta gente hambrienta y sin trabajo. No hay lugar para más yates sin impuestos y arroz y frijoles a 30 reales. No hay lugar para que los ricos digan a los pobres cómo deben comportarse. Ya no hay lugar para que los blancos digan para qué sirven los negros o para que los hombres digan dónde deben estar las mujeres y cómo deben vestir.
Ya no hay lugar para el capitalismo, ha llegado la hora de un experimento socialista en tierras tupiniquim. El resto es salud.
Marchemos por la división de la riqueza entre todos los brasileños. Y que Marx y Lampião nos ayuden.
Traducción realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator